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CÓMO PREPARAR, ENCENDER Y FUMAR UNA PIPA

31 enero, 2007

Antes de nada, me gustaría advertir que los siguientes consejos son fruto de mi experiencia personal, y que por ello no pretendo que sean universalmente válidos. Cada pipa es un mundo, y cada fumador, un Universo. En la Red podéis encontrar varias páginas con información de este tipo, aunque yo destacaría sobre todas la del Barcelona Pipa Club, que fue donde empecé a dar mis primeros pasos “en serio” en este mundillo.

Lo primero de todo, evidentemente, es comprar la pipa. Se podrían escribir libros completos sobre cómo elegir una buena pipa (que no tenga masillazos ni poros, que tenga conducto del humo perfectamente alineado con la cánula o boquilla, etc., etc.) pero para un principiante este es un aspecto que se puede obviar. De hecho, podría empezarse con una pipa de maíz (o “corn cob”), que es la que usaban el general MacArthur y Popeye, y que se caracterizan por su bajo precio (menos de 10€) y por ser desechables (se acaban quemando). En cualquier caso, cualquier pipa barata de 20 € puede valer para iniciarse.

Es recomendable separar la boquilla del cuerpo de la pipa (pero no a lo bruto, sino haciendo como si tuviera rosca) y tirar la pieza metálica que suele venir encajando las dos partes: se supone que es un filtro o “enfriador”, pero sólo sirve para generar humedad, llenarse de roña e impedir un poco el paso del humo. 

En cuanto al tabaco, puede valer un Borkum Riff ligerito (como el Ultra Light, o el Vanilla, o el Whiskey): no es que sea una marca santo de mi devoción, pero puede encontrarse casi en cualquier estanco del mundo. 

Otros adminículos que conviene comprar son el atacador (un artilugio con aspecto de pequeña y extraña navaja suiza) y los bastoncillos limpiapipas. Ah, y cerillas o un encendedor de gas. 

Bien: tenemos la pipa y tenemos el tabaco. Para empezar, se abre la bolsa, se cogen hebras de tabaco a pellizcos, y se van introduciendo en el fondo de la cazoleta con cuidado. Cuando esté llena hasta la mitad, mientras se sujeta la pipa con la mano izquierda (si eres diestro), se presiona el tabaco de su interior con el pulgar derecho, pero sin aplicar mucha fuerza. Después repetiremos la operación llenando la cazoleta, pero esta vez ejerceremos más presión. Finalmente, haremos una tercera carga llenando la pipa hasta el borde, y presionado mucho más fuerte. Este método, conocido como “el de las tres cargas”, es el más aconsejable para los principiantes. Suele decirse que la primera carga hay que apretarla con la fuerza de un niño, la segunda con la fuerza de una mujer, y la tercera con la fuerza de un hombre. 

Para “alisar” y nivelar la superficie de la última carga podemos usar la parte del atacador acabado en superficie plana, conocido como “retacador” o “atacador” propiamente dicho. Una vez hecho esto, aplicaremos la llama. Lo ideal sería emplear cerillas, pero para un novato es harto difícil (lo sé por experiencia propia), por lo que lo más fácil es usar un mechero de gas con una llama de longitud generosa, pero sin pasarse. Lo más normal es que el tabaco se apague al poco de prenderlo, así que no hay que dejarse vencer por el desánimo: se vuelve a nivelar con el retacador, y se vuelve a encender (ahora será mucho más fácil). Un truco consiste en "aspirar" la llama y después soplar ligeramente hacia fuera por la pipa: observaréis una generosa llamarada que ayudará a prender mejor el tabaco. 

ADVERTENCIA PARA PIPAS NUEVAS: Si estás estrenando una pipa, conviene hacerle un proceso de "curado". Para ello, las dos o tres primeras fumadas hay que hacerlas con solo un tercio de la carga de tabaco; las dos o tres siguientes se fumarán a la mitad de carga; y la posteriores ya con la carga completa. Así conseguiremos que el interior de la pipa se "cure" de forma más o menos uniforme.

Por otro lado, durante la fumada se forman humedades dentro de la pipa que tienden a salir por la boquilla dejando un sabor realmente asqueroso en la boca. Se suelen detectar porque la pipa “hace gorgoritos” al aspirar. La solución es simple y compleja a la vez: hay que introducir un limpiapipas por la boquilla y hacerlo llegar hasta la cazoleta. Hay que tener bastante tino, pero vale la pena hacerlo, porque de esta manera además se alarga la vida de la pipa. 

Al acabar la fumada, hay que dejar que se enfríe la cazoleta antes de vaciarla con la cucharilla del atacador. Luego se desmonta la pipa (“desatornillando” siempre). Veréis que con el paso del tiempo y las fumadas se va formando una costra de dura ceniza negra en el interior de la cazoleta. Hay gente partidaria de conservarla todo lo posible, pero es inevitable que en algún momento se descascarille, y yo en ese momento opto por rascar toda la costra con la cucharilla del atacador. 

IMPORTANTE: Cada pipa conviene usarla una vez al día como máximo, por lo que lo normal es que cada fumador tenga varias para irlas rotando. 

Y eso es todo para empezar. Si alguno se anima a probar, y tiene alguna duda, que me lo consulte e intentaré ayudarle.

(Actualizado el 11/01/2022)

POR QUÉ FUMO EN PIPA

25 enero, 2007

La razón más sencilla es porque me gusta. Creo que la idea de empezar me surgió cuando leí por vez primera “El Señor de los Anillos”, allá por el año 1992. Sin embargo, a pesar de que durante una temporada ya había fumado puros a escondidas en los recreos del colegio, creo que lo que me echó para atrás fue el precio de las cachimbas (las más baratas valían unas 3000 pesetas, es decir, unos 18€), y la certeza de que mis padres se opondrían frontalmente a verme fumar en uno de tales artilugios.
Así que el proyecto de comenzar a fumar en pipa durmió el sueño de los justos hasta que, cuando ya había empezado Biblioteconomía, y ya había leído “El Señor” unas cuatro o cinco veces, se me ocurrió un plan para evitar el rechazo paterno: compré una pipa en un estanco (una “Bruyere” baratina), y se la dí a un amigo con el encargo de que me la “regalase” amablemente. La maquinación funcionó, y tras varias pruebas previas (y si mal no recuerdo), oficialmente comencé a fumar en pipa la Nochevieja de 1996. Los inicios fueron muy frustrantes: la pipa se me apagaba cada poco, y tan sólo me duraba una escasa media hora. Eso sí; me encantaba el sabor de los tabacos con los que experimentaba (Borkum Riff Ultra Light, y las variedades de vainilla y whisky), aunque a cambio obtuve unos mareos de campeonato. En el estanco donde me vieron la pipa y el tabaco me regalaron un atacador, pero en mi ignorancia pensé que sólo servía para limpiar de ceniza la cazoleta. Durante muchos años ignoré la existencia de algo tan básico y necesario como las escobillas limpiapipas, unas varillas de alambre fino recubiertas de una especie de algodón que sirven para retirar la humedad del interior de la pipa mientras se fuma. A causa de este desconocimiento, mi primera y veterana pipa se fue desconchando y adquirió un aspecto sencillamente cochambroso.
Pero algunos años después, gracias a la página del Barcelona Pipa Club , tuve la suerte de entrar en contacto con “La Pipalista”, una lista de correo electrónico en la que cientos (tal vez miles) de fumadores de pipa intercambian sus experiencias, pruebas de tabaco, etc., etc. Sus correos inundaban mi Outlook, ya que llegaban varias docenas al cabo del día, pero allí aprendí todo lo necesario para conseguir unas fumadas largas y satisfactorias. Gracias a esta lista aprendí que el tabaco se puede usar como ingrediente de cocina; descubrí que existe un tabaco casi prohibido con el exótico nombre de Latakia (y tuve mis escarceos con él); sufrí con el Pipa Club de Barcelona cuando sus caseros intentaron echarlos de su magnífico club social, etc.
En la actualidad, he desterrado los Borkum de mi repertorio, y se podría decir que mi marca favorita es MacBaren, aunque mis tabacos favoritos son el Springwater y el Calumé (en este orden). Por desgracia llevo meses sin probar el primero, porque no consigo encontrarlo en ningún estanco leonés.
Pero no vayáis a pensar que me paso el día con la pipa en la boca: aunque siempre llevo una conmigo en mi inseparable zurrón, tan sólo la utilizo los fines de semana, y no todos. Quizás por eso la utilizo más frecuentemente en vacaciones.
Algo que he comprobado en estos años es que fumar en pipa no es adictivo, ya que puedo pasarme semanas sin fumar y sin sentir el “mono” que tuve tras abandonar los cigarrillos (la escasa semana que los fumé). Me imagino que este hecho se debe a varios factores: en primer lugar, a que, como en el caso de los puros, no se traga el humo (sólo se saborea). En segundo lugar, porque, al parecer, el tabaco de pipa lleva menos aditivos que el de los cigarrillos. Y, en tercer lugar, porque fumar en pipa requiere tranquilidad y sosiego, mientras que encender un cigarrillo es rápido y sencillo.
Contra lo que pueda parecer, existe una mayor variedad de tabacos de pipa que de cigarrillos: a la gran diversidad de marcas (Borkum Riff, MacBaren, Gravina, Amsterdamer, etc.) hay que sumarle toda la plétora de sabores que ofrece cada una de ellas (vainilla, cereza, mango, etc., pasando por la Latakia –de horrible olor- y el tabaco puro sin aditivos).
Si tengo tiempo y ganas, os irá enseñando poco a poco mis diferentes pipas, y mis tabacos favoritos. En el próximo artículo sobre el tema, explicaré el procedimiento a seguir para preparar, encender y fumar una pipa.